- Clasificación y procesamiento exhaustivo: los residuos nucleares se manejan según su peligrosidad, duración y origen, exigiendo tratamientos específicos para cada tipo.
- ENRESA y el CSN garantizan, mediante protocolos estrictos y transparencia, la seguridad integral desde la generación hasta el almacenamiento definitivo de los residuos.
- España desarrolla estrategias alineadas con las normas internacionales, incluyendo el futuro Almacenamiento Geológico Profundo y revisiones periódicas a escala global.

Los residuos nucleares son uno de los desafíos medioambientales más debatidos y complejos de nuestra era. Mucho más allá del imaginario colectivo, manejan una variedad de orígenes, características y métodos de gestión que, en gran parte, están determinados por la investigación, la tecnología y la legislación vigente. Entender qué son, de dónde provienen, cómo se clasifican y, sobre todo, cómo se gestionan, resulta esencial para cualquier ciudadano que quiera formarse una opinión fundamentada sobre este tema tan actual y, en ocasiones, polémico.
En España, el debate sobre la energía nuclear y sus residuos ocupa un lugar destacado, ya que nuestro país cuenta con un conjunto de infraestructuras y organismos dedicados específicamente a controlar la seguridad y el destino final de estos materiales. Descubriremos todo el proceso, desde su generación hasta su tratamiento, las fases de almacenamiento y las estrategias internacionales para minimizar riesgos a corto, medio y larguísimo plazo.
Índice
- 1 ¿Qué son exactamente los residuos nucleares?
- 2 Principales fuentes de generación
- 3 Clasificación de los residuos nucleares
- 4 ¿Quién se encarga de la gestión y supervisión?
- 5 Procesos de gestión: una cadena de seguridad y control
- 6 El ciclo operativo de los residuos: desde la generación hasta el almacenamiento
- 7 Residuos de alta actividad: el gran desafío a largo plazo
- 8 Dimensión social y política: desmantelamiento, empleo y aceptación ciudadana
- 9 Perspectiva internacional y futura
¿Qué son exactamente los residuos nucleares?
Bajo la legislación española, los residuos nucleares o radiactivos son materiales sin previsión de uso futuro, que contienen o están contaminados con radionucleidos sobre los límites legales. Estos niveles están estipulados por el Ministerio de Industria y Energía, basándose en informes y recomendaciones del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), la principal entidad que supervisa la seguridad nuclear y la protección radiológica tanto de las personas como del medio ambiente.
Se producen en múltiples ámbitos. Aunque lo primero que suele venirnos a la cabeza son las centrales nucleares, la realidad es que hospitales, industria, laboratorios de investigación e incluso instalaciones asociadas al ciclo del combustible nuclear generan residuos radiactivos como resultado de su funcionamiento. Desde fuentes médicas como el estroncio-89 hasta residuos procedentes de minería o actividades investigadoras, son múltiples los ejemplos de origen.
Principales fuentes de generación
La mayor parte de los residuos nucleares se origina en las centrales nucleares, responsables de aproximadamente un tercio de la electricidad generada en España.
- Las centrales nucleares generan el 90 % de los residuos de baja y media actividad y el 100 % de los de alta actividad (conocidos como RAA).
- El 10 % restante de los residuos de baja y media actividad (RBMA) proviene de hospitales, centros de investigación o instalaciones industriales autorizadas, con la siguiente distribución: 60 % industria, 30 % medicina y 10 % docencia/investigación.
La vida útil de estos residuos y su nivel de peligrosidad dependen de su origen y composición, lo que determina los procesos específicos de tratamiento y almacenaje que deben aplicarse.
Clasificación de los residuos nucleares
A la hora de gestionar y tratar adecuadamente los desechos radiactivos, resulta vital clasificarlos en función de su nivel de actividad y de su periodo de semidesintegración, pues ambos factores determinan el riesgo que presentan para el ser humano y el entorno.
- Residuos desclasificables o exentos: Aquellos residuos cuya radiactividad no supera los límites establecidos. Se pueden tratar como residuos convencionales y habitualmente provienen de materiales NORM con radiactividad natural.
- Residuos de baja actividad (RBA): Presentan niveles bajos de radiactividad (habitualmente gamma o beta), con semividas cortas (menos de 30 años) o son emisores alfa en baja concentración. Se suelen almacenar superficialmente, ya que su peligrosidad disminuye rápidamente.
- Residuos de media actividad (RMA): Similar nivel de radiactividad que los anteriores, pero su periodo de semidesintegración es superior a 30 años, lo que les confiere mayor riesgo a largo plazo. También suelen almacenarse superficialmente, aunque requieren controles más exigentes.
- Residuos de alta actividad (RAA) o alta vida media: Materiales emisores de radiación alfa, beta o gamma que superan los límites anteriores o cuyo periodo de semidesintegración es muy extenso (actínidos como el plutonio-240 o neptunio-237 pueden presentar decaimientos medidos en miles o millones de años). Estos residuos requieren almacenamientos geológicos profundos.
España sigue la clasificación establecida en los informes nacionales de la Convención Conjunta sobre la gestión segura de estos residuos, distinguiendo además categorías por la vida corta, media o larga de los compuestos, y su nivel de actividad.
¿Quién se encarga de la gestión y supervisión?
La gestión de los residuos radiactivos en España es un servicio público encomendado a ENRESA (). Fundada en 1984, ENRESA es la responsable del almacenamiento, tratamiento y disposición final de estos residuos, así como del desmantelamiento de instalaciones nucleares.
El control regulatorio y la supervisión técnica corresponden al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) (), entidad independiente de la administración pública, que establece los criterios de seguridad y promueve auditorías, inspecciones y evaluaciones técnicas. El Gobierno, a través del Plan General de Residuos Radiactivos (PGRR) y la normativa específica, determina la estrategia nacional, que debe adaptarse a la legislación de la Unión Europea y las recomendaciones de la OIEA.
Procesos de gestión: una cadena de seguridad y control
Toda la gestión de los residuos nucleares se basa en principios claros de seguridad, protección y transparencia. La normativa, basada en la directrices internacionales, exige:
- La protección de la salud humana y del medio ambiente en todo momento.
- Garantizar que las generaciones futuras no sufran cargas indebidas por la gestión actual de residuos radiactivos.
- La existencia de un marco legal sólido e independiente a nivel nacional.
- El control estricto de la generación de residuos, promoviendo siempre su minimización.
- Garantizar la seguridad de todas las fases de la gestión durante la vida útil de las instalaciones.
- La necesidad de cooperación y transparencia internacional, puesto que los peligros asociados a estos materiales trascienden fronteras.
España, de hecho, remite informes periódicos ante la Convención Conjunta sobre la seguridad en la gestión de residuos y combustible gastado y se somete a exámenes internacionales ante otros países miembros.
El ciclo operativo de los residuos: desde la generación hasta el almacenamiento
1. Generación y recogida en origen
Los residuos radiactivos se producen en hospitales (tras terapias con isótopos como el Sr-89), centros industriales, de investigación y, sobre todo, en centrales nucleares. Los que se originan fuera del ciclo nuclear suelen representar bajos niveles de radiactividad, pero exigen igualmente su recogida, transporte y almacenamiento específicos por parte de ENRESA.
2. Almacenamiento y tratamiento inicial
La norma dicta que estos residuos deben almacenarse provisionalmente en el lugar donde se generan hasta que una recogida autorizada se los lleve a instalaciones específicas. Por ejemplo, los hospitales almacenan temporalmente los isótopos usados hasta que son recogidos para su tratamiento posterior.
En el caso de las centrales nucleares, los residuos sólidos, líquidos y gaseosos reciben tratamientos diferenciados:
- Residuos gaseosos: Se filtran para retener isótopos problemáticos y minimizar la emisión a la atmósfera, ajustándose a condiciones meteorológicas controladas.
- Residuos líquidos: Se someten a filtración y tratamientos como evaporación o intercambio iónico. Una vez confirmada la reducción de actividad, se pueden liberar bajo parámetros estrictos.
- Residuos sólidos: Ropas, guantes, herramientas, materiales contaminados… se clasifican y acondicionan, principalmente en cemento, dentro de bidones metálicos para su traslado a almacenes.
3. Transporte a centros de tratamiento y almacenamiento
El transporte de residuos nucleares se efectúa en contenedores especialmente diseñados y protegidos para evitar cualquier escape radiológico. ENRESA es la empresa responsable de estos traslados en España, empleando vehículos y rutas controladas, con auditorias periódicas tanto en el contenido como en la trazabilidad de los residuos durante el recorrido.
4. Procesamiento y acondicionamiento
Este proceso abarca la reducción de volumen, descontaminación, y encapsulamiento de los residuos. Según la naturaleza y composición, se emplean técnicas como:
- Clasificación y segregación: Separando residuos contaminados de no contaminados.
- Reducción de tamaño: Cortando o triturando para facilitar su manejo y el aprovechamiento óptimo de los almacenamientos.
- Descontaminación: Procesos físicos o químicos que minimizan tanto volumen como peligrosidad.
- Inmovilización y encapsulamiento: Los residuos se solidifican (en cemento, bitumen o vidrio) o se introducen en bidones metálicos, que a su vez se protegen por hormigón y múltiples capas hasta formar bloques estables y fáciles de manipular.
5. Almacenamiento en centros autorizados
El caso paradigmático en España es el Centro de almacenamiento de El Cabril en Córdoba (más info). Allí, los residuos de baja y media actividad recolectados de hospitales, industria o investigación se almacenan en bidones de acero y hormigón, sellados como bloques inertes y apilados en grandes celdas bajo varias toneladas de material protector.
Este sistema garantiza la seguridad física y radiológica, aislando la radiactividad y reduciendo progresivamente su peligrosidad gracias a la desintegración natural. Por ejemplo, los residuos hospitalarios de baja actividad llegan a perder la mitad de su radiactividad en menos de 30 años.
Residuos de alta actividad: el gran desafío a largo plazo
El combustible gastado de las centrales nucleares, compuesto principalmente por pastillas de dióxido de uranio introducidas en barras metálicas, es el tipo de residuo nuclear más complejo y de larga vida que se produce en España.
En un principio, este combustible se almacena en piscinas especiales dentro de las propias instalaciones nucleares. El agua actúa como disipador de calor y como barrera de protección radiológica. Los residuos permanecen allí durante décadas (hasta unos 50 años), hasta que se considera que han perdido parte de su peligrosidad inicial.
Ante la limitación de espacio en las piscinas, se recurre al almacenamiento intermedio en secoprotección en instalaciones específicas, empleando contenedores especiales que se colocan en dependencias aisladas próximas a la central o en almacenes temporales individuales. España también contempló la posibilidad de crear un SMR: pequeños reactores modulares nucleares, aunque el proyecto no llegó a consolidarse, siguiendo la estela de países como Holanda que sí cuentan con esta alternativa.
Almacenamiento definitivo: el reto del Almacenamiento Geológico Profundo (AGP)
La comunidad internacional ha consensuado que los residuos de alta actividad deben almacenarse finalmente en formaciones geológicas estables y profundas, como granitos o arcillas situadas cientos de metros bajo tierra. El objetivo es garantizar el aislamiento completo del medio ambiente y la protección durante miles o incluso millones de años, empleando el llamado «concepto multibarrera» (barreras naturales y artificiales que retienen cualquier escape radiológico).
A día de hoy, ningún AGP ha iniciado operaciones comerciales, aunque países como Finlandia, Suecia y Francia ya tienen emplazamientos escogidos y avanzados. En España, la adopción de una solución de este tipo se prevé para dentro de varias décadas, debido a la complejidad técnica, los altos costes y, sobre todo, la dificultad de encontrar una ubicación consensuada y socialmente aceptada.
El debate sobre el futuro de la energía nuclear, particularmente en el marco del cierre progresivo de las centrales y el necesario desmantelamiento, adquiere una dimensión social, económica y política de gran calado.
El cierre y desmantelamiento de las centrales nucleares se considera una oportunidad para la diversificación económica y la generación de empleo, como demuestra el informe elaborado por Abay Analistas para Greenpeace. Se estima que la transición hacia fuentes renovables, sumada al propio desmantelamiento, podría crear hasta 300.000 empleos y aportar cerca de 20.000 millones de euros al PIB nacional, lo que deja claro que la gestión de los residuos nucleares implica repercusiones que van mucho más allá del plano puramente técnico.
Perspectiva internacional y futura
España está alineada con las recomendaciones del OIEA y la normativa europea, sometiendo a revisión internacional sus prácticas de gestión (con exámenes trienales) y apostando tanto por la transparencia como por la mejora continua de los procesos. Esto incluye desde la preparación previa de los residuos, las técnicas de tratamiento más modernas, hasta la búsqueda de soluciones de almacenamiento definitivas que ofrezcan un aislamiento seguro a largo plazo.
Las estrategias de ciclo abierto y cerrado (reprocesamiento) conviven en la comunidad internacional, aunque por el momento España opta por el ciclo abierto, almacenando el combustible gastado hasta encontrar una solución definitiva en el futuro AGP nacional.

